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¡El cielo se está cayendo en New York!

  • Maria Camila R.
  • 26 may 2017
  • 1 Min. de lectura

De repente, sentí que las nubes se caían.

Las guerras empezaron a sacar carcajadas escondidas, el frío era una excusa para abrazarnos más, la soledad se convirtió en la razón perfecta para crear amigos con nariz de zanahoria y ojos de botones, la ley obligaba a tomarse el día libre, las personas dejaron de usar palabras para demostrar que estaban vivas y volvieron a comunicarse con señales de humo que salían desde su alma, la estatura se empezó a medir según el tamaño de las alas que quedaban trazadas en el suelo, sacar la lengua era la red más efectiva para atrapar copos, los ojos dejaron de mirar las pantallas y prefirieron las ventanas, se desdibujaron las calles, se perdieron las divisiones de espacio y los árboles se vistieron de blanco.


A causa del frío nos olvidamos de la diferencia de raza y color, ahora solo existía una opción... tener los cachetes rosados. Los niños le enseñaban a los papás cómo debían comportarse, la caspa ya no era un problema (porque parecía que todos padecían de ella), el dinero dejó de comprar helado porque de los árboles se sacaba el mejor raspado. La maldad dejó de ser un problema porque el viento se encargaba de congelarla y el aroma más pedido dejo de conseguirse en las perfumerías, o díganme ¿Dónde se consigue el mejor chocolate... si no es en casa?.


Y así es cuando la realidad supera la imaginación...


¡¡Así es cuando cae nieve en New York!!

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