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¿A qué sabe la libertad?

  • Maria Camila R.
  • 30 ago 2017
  • 2 Min. de lectura

Empieza por un viaje en ferry, con una fuerte brisa que despeina la risa, abre los pulmones y desata las pestañas. Te obliga a cruzar mares, y dejar a un lado los edificios, el tráfico... las ciudades. Todos los pasajeros, sufrimos una especie de ansiedad por conocer la tan anhelada libertad y buscamos el mejor puesto, que no es el de la silla más cómoda, es el que tiene la vista 360º, el nivel más alto, el más cercano a las nubes.



Cada quien ve la grandeza de la libertad según el tamaño de sus pupilas, los ojos se agrandan, la piel se eriza y los pies se afanan por llegar a ver su tan dichosa cara. Todo parece confabularse, el sol elige los mejores rayos para caer sobre la escultura, las nubes están tan cerca a la antorcha, que pareciera que fuéramos a comer marshmallows derretidos, el cielo se encarga de poner los mejores filtros para crear contrastes que nos hagan sentir en la isla de la libertad y el agua que la rodea viene con tanta fuerza que demuestra lo libre que es al fluir.


Lo cierto es, que comprar una limonada con forma de antorcha, leer los libros de aquella historia o posar con una corona de 7 rayos igual a la de aquel señorita, no te hace más o menos libre. Lo cierto es, que la libertad empieza desde el momento en que...








...Decidimos caminar el mundo, en que no pertenecemos a nada material. Empieza desde que escuchamos: Cuando los ojos exigen contemplar paisajes, cuando los pies son tan libres que agradecen una pausa de tanto caminar, cuando los brazos se abrazan sin excusas, cuando las manos sienten texturas, cuando el cabello es el reflejo del sol, cuando callar es la mejor conversación, cuando los suspiros le pertenecen al atardecer. Cuando sentimos que la vida no se está pasando sin ser vivida y madrugamos por ver amaneceres y nos sentamos a despedir el sol.


Aunque esto me lo enseñó viajar, ahora comprendo que no es la ciudad, no es la isla. Somos nosotros los que le damos vida a los lugares. Gracias a la vida por los corazones libres, por los espíritus aventureros porque no solo somos una estatua de la libertad.







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